Con anterioridad, hemos mencionado que el riesgo se percibe de manera diferenciada. El mismo riesgo puede ser percibido de forma diferente por una persona que trabaja en una institución de protección civil o de defensa civil, y el riesgo será percibido diferente por una persona que vive en esa comunidad, o por una persona que vive a gran distancia pero que tiene conocimiento de lo que está ocurriendo. Para analizar un poco esa situación, permítanme presentar un ejemplo. Pensemos en una comunidad que se encuentra en una zona de alto riesgo, cerca de un volcán. La comunidad tiene información acerca del fenómeno, las instituciones saben que nadie debería vivir en esa zona porque hay alto riesgo de caída de productos volcánicos, pero la comunidad no quiere irse. ¿Qué puede estar ocurriendo allí? Una mirada más cuidadosa acerca de este ejemplo podría llevarnos a entender que, tal vez, la comunidad percibe el riesgo volcánico, tienen conciencia del mismo, pero su escala de prioridades puede ser diferente. Es decir, las mujeres que viven en esa comunidad pueden tener muchos problemas cotidianos con los cuales deben lidiar. ¿Qué pasa si las mujeres en esa comunidad están más preocupadas por la comida de sus hijas y sus hijos para la semana entrante? ¿Qué pasa si en esta comunidad tienen preocupaciones porque no tienen acceso al agua? O, ¿qué pasa si estas comunidades se niegan a salir porque sus medios de vida, cultivos, animales están en esa zona y es muy difícil continuar con esas actividades económicas si se trasladan a otro sitio? Es decir, el riesgo, existiendo y aún siendo percibido por la comunidad y por las instituciones, puede generar diferentes dinámicas, resistencias, problemas que deben ser abordados con respeto y con empatía, si es que buscamos una gestión integral del riesgo. En este mismo ejemplo, podríamos suponer que la comunidad tenga prioridades diferenciadas, y una de ellas podría ser la cantidad de personas que mueren en una carretera cercana por atropellamiento. Esos eventos, que además se marcan en el tiempo y que pueden ser recientes, pueden colocarse a nivel comunitario muy por encima de las prioridades que una institución propone. Es decir, la institución a cargo de apoyar a estas personas para reducir el riesgo, puede advertirles que una erupción es inevitable en los próximos cinco o diez años. Pero, los accidentes de tránsito y las muertes en la carretera cercana pueden ocurrir en los próximos días y pudieron haber ocurrido en las semanas anteriores. Ante esos escenarios, las prioridades para la gente pueden ser muy diferentes que las prioridades para las instituciones. En pocas palabras, comprender el riesgo desde el territorio y desde una comunidad, puede ser muy diferente que la comprensión del riesgo que se realiza desde instituciones que tienen competencias dadas. Por ejemplo, algunas instituciones en los Estados tienen la responsabilidad sobre la salud pública. Otras instituciones pueden tener la responsabilidad sobre la seguridad ciudadana o la seguridad democrática. Otras instituciones pueden tener responsabilidad sobre el monitoreo de eventos volcánicos. Esa separación de las responsabilidades que ocurre en el sector público, desde los Estados, no existen a nivel comunitario. A nivel comunitario, las prioridades se establecen de manera diferente, en atención a la proximidad de los eventos, de la cercanía en el tiempo o en el espacio. Finalmente, el riesgo de desastres que abordamos en este curso de manera general, puede transitar con frecuencia hacia otros riesgos, que podemos identificar como conflictos de baja intensidad, violencia común, conflictos complejos que tienen que ver con desplazamiento de personas, con migración. La pregunta que cabe hacerse en este momento es, ¿por qué esos eventos no se incorporan en el estudio de la gestión integral de riesgos? A manera de resumen, examinemos la siguiente tabla que muestra los tipos de gestión y algunas acciones principales asociadas a estas formas de gestión de riesgos. Comencemos por la evaluación del riesgo de desastres. Esta puede incluir estudios, diagnósticos, sistemas de información, construcción de escenarios. En fin, la evaluación del riesgo de desastres es la manera en la cual tratamos de entender científicamente cuáles son los procesos que generan riesgos, y éstos servirán de base para el siguiente tipo de gestión que mostramos en esta tabla, la reducción del riesgo de desastres. La reducción del riesgo comienza por la gestión correctiva, que puede incluir políticas públicas que incluyan procesos de mitigación y también la gestión prospectiva que, además de las políticas públicas, incluye procesos de prevención. Hablemos un poco acerca de la gestión compensatoria. Esta puede ser, en principio, reactiva e incluir la transferencia del riesgo. Con respecto a la gestión reactiva, esta puede incorporar la preparación para emergencias, la alerta como proceso que sirve para dar avisos a la población, la respuesta en caso de emergencia o desastre, la rehabilitación y la reconstrucción. La transferencia del riesgo puede incluir seguros, el financiamiento del riesgo y, además, las funciones de los sistemas de seguridad social, sin descartar otras maneras y usos que, desde el nivel comunitario, contribuyen a que el riesgo se distribuya entre la mayoría de la población. Otros enfoques para la gestión del riesgo incluyen la gestión del riesgo local, que podemos visibilizar como acciones desde el ámbito local que combinan la evaluación del riesgo y las acciones de intervención en ámbitos urbanos y rurales. Y, finalmente, la gestión basada en conocimientos y prácticas ancestrales, que tratamos de resumir mostrando que el enfoque basado en la cosmovisión específica de una comunidad, los imaginarios y las prácticas ancestrales de pueblos originarios, indígenas o tribales, se complementan con las evaluaciones del riesgo desde abordajes científicos e institucionales. O, dicho en otras palabras, el conocimiento ancestral de un territorio puede articularse con el conocimiento científico, pero esto requiere un esfuerzo especial de la institución que esté llevando a cabo este proceso. El cuadro anterior es un intento de sintetizar a la gestión de riesgo a partir de procesos para conocer el riesgo, procesos para reducir el riesgo existente, procesos para evitar que construyamos nuevos riesgos, y también hemos incorporado la importancia de los conocimientos ancestrales que ciertos pueblos, desde sus territorios, generan y que son fundamentales para entender las prioridades de estas personas. Y, ese entendimiento local debería articularse con las propuestas institucionales, cuando es el caso. En el siguiente módulo abordaremos la evaluación del riesgo. Este es un componente muy importante, y que ya lo hemos mencionado, pero que requiere un trabajo específico para que podamos visibilizar las posibilidades desde las instituciones o desde la academia, que nos lleven a conocer mejor el riesgo, a interpretar mejor las condiciones de riesgo, de amenaza, de vulnerabilidad y de exposición. No perdamos de vista que la evaluación del riesgo debe promover diálogos incluyentes, orientados a salvar vidas, a reducir el sufrimiento y a incorporar este conocimiento en los procesos de desarrollo.